sábado, 23 de julio de 2011

Tata rabioso, “Indígnate” de Stéphane Hessel


Con apenas 60 páginas, y con un millón de copias vendidas alrededor del mundo,¡Indígnate!” de Stéphane Hessel, es una suerte de llamado a la insurrección, capaz de sintonizar con la sensación que ha despertado a los movimientos sociales a nivel mundial. Animó, según dicen, las protestas en España y llega a Chile, en medio de la catarsis ciudadana que nos ha llevado a re-encontrarnos en un lugar que hasta hace poco parecía lejano: la calle.


Debo reconocer que me enfrenté a este libro –¿librito? ¿panfleto? ¿folleto? ¿ensayo? ¿manual de la rabia?– sumergido en los más sucios prejuicios. Básicamente por los slogans que le acompañaban: frases del tipo “el libro que hizo explotar las protestas en España”, dando a entender que se trataba de un bombazo, un best seller ideológico del que nunca antes habíamos tenido precedentes. Dudaba de cierta marketización de la insurrección, de la rebeldía como nicho de mercado, como digo. Sin embargo, “¡Indígnate!” de Stéphane Hessel, resultó destrozar cada prejuicio.

“¡Indígnate!” adquiere su valor al momento de conocer la biografía de su autor. Hessel, nacido en 1917, es un luchador incansable: perteneció a la Resistencia francesa, fue preso por la Gestapo, ha sido un militante duro de la causa palestina, pero por sobretodo, es el único redactor de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que aún conserva vida.
Es por esta razón, tal como lo dice en el libro, que al constatar que ya supera los noventa años, “el final no está muy lejos” y quiere aprovecharlos “para recordar lo que fueron los cimientos de mi compromiso político”. Partiendo desde la base de que aquellos Derechos Humanos que con esperanza y fervor fueron declarados, están lejos de ser los pilares de las políticas estatales de los países en la actualidad, más guiados por un capitalismo salvaje que les lleva a lucrar con cuanta cosa se les pase por delante.
Así, Hessel, viejo zorro, estalla en rabia. Frente a la injusticia, frente al fascismo ideológico y práctico, frente a la mentira del progreso. Y llama a los jóvenes a indignarse, validando a este estado como gatillo para la acción, o a lo que el autor aspira más puntualmente, “una insurrección pacífica“. Lo lindo del llamado es que el autor dista de pretender parecer una figura de autoridad, lejano al viejo -y retirado- militante de izquierda que mira con desconfianza a la juventud, sino todo lo contrario, recurre a la memoria, a su experiencia, para evidenciar que “las razones para indignarse pueden parecer hoy menos nítidas o el mundo, demasiado complejo. ¿Quién manda? ¿Quién decide?“.
Resulta muy interesante cómo un best seller, más cercano a un libro de autoayuda social que a un manifiesto dogmático, es capaz de instalarse en la misma frecuencia que hoy ha despertado las marchas en contra de las políticas de desarrollo económico, del lucro en la educación y de la negligencia estatal, quizá por su simpleza, por la honestidad, por estar dotado de una ternura revolucionaria, pero además por sus aspiraciones masivas, que le hace estar a un costado de los documentales deMichael Moore, los reportajes de Naomi Klein o las canciones de Calle 13. Toda una batería de información, las nuevas molotov de escritorio, que despierta a la masa con un discurso cotidiano y que saca ronchas en los sectores más conservadores.

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