miércoles, 9 de febrero de 2011

Destrabando los Cerrojos del Crepúsculo


Leyendo textos dispersos por ahi me puse a pensar en las grandes leyendas...¿Habra una  más arquetípica que la del poeta Dylan Thomas?.

Hay que recordar que los editores compraban por anticipado sus obras: "Tarde de sábado", "Los seguidores", "Con distinta piel", etc., y cientos de miles de universitarias, críticos y estrellas artísticas, se desvivían por escucharlo recitar. Amaban el timbre de su voz de caverna boscosa. Cuando sus buenos amigos le conseguían los 70 dólares diarios que decía necesitar para subsistir, cuando buena parte de la intelectualidad de Norteamérica se movía a su compás tratando de descifrar el simbolismo de sus poemas, Dylan Thomas vagaba borracho y tumultuoso por Greenwich Village, desayunaba un par de cervezas, vomitaba sangre y en las fiestas en su honor horrorizaba con obscenidades a muchachitas ávidas y puritanas u ofrecía el espectáculo del "poeta más célebre del momento" volcándose sobre la panza el contenido de los ceniceros.

Dylan Thomas en muy poco tiempo construyó su figura mítica de poeta visionario, de oscuro, de diabólico. A veces, antes de un recital, con la sala repleta de público, le venía un ataque de tos o un vómito. Se recuperaba, bebía una cerveza helada y después recitaba a Lawrence, a Shakespeare o sus propios poemas y la gente le pedía más y más. Han existido pocos como Dylan Thomas.

Mientras su obra para voces "Bajo el bosque de leche" empezaba a ser un éxito, él seguía perforando con alcohol y tabaco sus tripas carcomidas por la cirrosis. Una madrugada, agotado por la enfermedad, abandonó la pieza del hotel Chelsea donde su amiga Liz lo cuidaba y al cabo de una hora, regresó y le dijo: "Acabo de beberme dieciocho whiskies puros. Creo que es el récord". Unas horas más tarde entraba en coma, y seis días después moría en el hospital de St. Vincent de Nueva York, el 9 de noviembre de 1953.

REGALOS

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