miércoles, 22 de diciembre de 2010

Enrique Lihn: "Las profecías me asquean y no puedo decir más".

La gran magia de la poesía de Enrique Lihn reside para mi, su lector, no tanto en la "musica de sus ideas", sino en el murmullo subterraneo que la recorre. Nos produce un sobresalto como el rumor que anuncia un temblor y que pasa sin destruir nada, pero que agita el corazón porque nos deja con nuestra mortalidad anudada al cuello y nuestra carne temblorosa, amarrada a la vida. Sus versos aluden en particular a la situación del habitante en transito, que circula ajeno por los espacios de la ciudad. Por esos espacios donde la nada y la muerte rondan en tensión con la energía vital, que impulsa a rescatar atisbos de sentido y de vida, opacados por el peso de la memoria, que nos paraliza y ata. Es una poesía que confia en los movimientos incoscientes, para sacar a la luz los deseos reprimidos y unos restos de sentido, que en su relumbrar hacen aflorar la poesía como un exceso. El impulso disciplinadamente escéptico del gesto crítico es conmovedor y pone de manifiesto toda la perplejidad y descencanto frente a situaciones que no tendriamos porque vivir.

martes, 14 de diciembre de 2010

Gilles Deleuze. Materiales para una Teoría de la Resistencia


Es posible denominar Filosofías de la diferencia a aquellas propuestas teóricas incardinadas en el pensamiento francés contemporáneo que potencian el propio concepto de diferencia hasta hacer estallar cualquier referencia a las estructuras, discurriendo, en un primer momento, hacia un perfil ético-político del sujeto para, a continuación, tratar de alcanzar una proyección estratégica del mismo.

Pues bien, el texto que les presento a continuación pretende ser una interpretación de ambos momentos en el discurrir de la filosofía de Deleuze, la cual sería, de acuerdo con la boutade foucaultiana, la filosofía del presente siglo…. Para ello, dada la ininteligibilidad que necesariamente se derivaría de la desatención a los proyectos y producciones previos a la perspectiva teórico-filosófico deleuziana, se abordará su operación crítica contra la filosofía moderna o, por mejor decir, contra el largo devenir de la filosofía anterior (línea platónico-hegeliana).

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lunes, 13 de diciembre de 2010

Desde PUNTO CIEGO "Del origen de las categorías políticas occidentales".

Para más entropia visita el blog amigo de PUNTO CIEGO. Por ROBERTO NAVARRO


Los antiguos sofistas eran portadores de un conocimiento que mezclaba lo intuitivo con lo inductivo, miraban por intuición un fenómeno específico de la naturaleza como el fluir del agua, el aire, el fuego, la tierra y a partir de este fenómeno creaban, de manera inductiva, toda una estructura conceptual que explicara la naturaleza del cosmos. Era el llamado periodo cosmológico de la filosofía[1], donde el pensamiento se dedicaba a desenredar los misterios de lo infinito e inconmensurable. Una real admiración ante el sublime espectáculo del universo (Giannini, 1977: 8). Existía avidez por encontrar el elemento que fuera el principio fundante y constante del universo, aquello que sin importar los cambios en la naturaleza, sin importar el movimiento perpetuo del universo que se despliega ante los sentidos, permanece idéntico. Este elemento que permanece lo mismo e inalterable ante el desenvolvimiento del cosmos, lo denominan arjé[2] (Giannini, 1977: 9). Muchos sofistas, entre los que destacan los jonios y los itálicos, trataron de buscar el arjé en diferentes materias: Para Tales de Miletos era el agua, para Anaxímenes era el aire, según Anaximandro es lo infinito e indeterminado, en Pitágoras es el número, y así diversos pensadores antiguos tenían su elemento, su arjé del cuan venían y al cual retornaban las cosas[3].

Sin embargo alrededor del 500 A.C. existieron dos sofistas jonios que si bien mantendrían su preocupación por el cosmos, establecieron principios metafísicos contradictorios entre si, y con ello forjaron conceptos tan fuertes y potentes como opuestos e irreductibles. Se daría paso a un eterno debate entre una verdadera fuerza irresistible contra una inamovible. La oposición entre lo Uno y lo fragmentario expuesta por Parménides y Heráclito respectivamente, encendería un debate que influenciaría el pensamiento occidental mas allá de su propio periodo, serían seguidos por pensadores posteriores, quienes incluso negando la tradición sofista mantendrían vivo el núcleo de estas ideas en sus propios trabajos.
Una fuerza irresistible contra una inamovible.

La unidad frente a lo múltiple, la estabilidad frente al cambio, lo estable frente a lo difuso y perecedero, lo unitario frente a lo fragmentario. Toda gran filosofía, de alguna u otra manera, se las ha tenido que ver con esta cuestión (Gonzales, 2006). Resulta entonces impresionante cómo estas dos formas opuestas de concebir al Ser fueron construidas cuando occidente comenzaba a pensar y cómo tal discusión se ha mantenido a lo largo de su historia. La potencia del pensamiento de Heráclito de Éfeso[4] y de Parménides de Elea[5] está justamente, más que en el hecho de ser conceptos irreductibles[6], en que representan construcciones de una complejidad teórica superior a la del resto de los sofistas que veían en un solo elemento el origen y el fin del todo. Ambos pensadores renuncian a tomar un elemento natural para explicar cómo este determina lo infinito -práctica característica de otros sofistas-, en vez de eso miran el despliegue del universo y tratan de encontrar la condición que posibilita su existencia. Este es un tránsito novedoso en el modo de concebir ontológicamente el cosmos, hay un paso desde lo material y tangible a una condición abstracta, desde lo sensible a lo intangible en el entendimiento del Ser.
Heráclito de Éfeso, lo fragmentario como condición de lo real.

Heráclito es el primer exponente de lo fragmentario y lo múltiple. Para este sofista la realidad es una y se representa en un plano epistemológico y ontológico (Gonzales, 2006). Ontológicamente la realidad sería una, y estaría formada por los opuestos ¿Como nos aproximamos a ella? En el plano epistemológico, no se puede conocer al Ser sino a través de la unión entre lo material y lo abstracto, entre lo sensible y lo intangible. Rush Gonzales argumenta que “esto se podría comprender todavía mas reconociendo que en la filosofía del efesio lo general no se concibe sino y en lo particular; y viceversa, lo particular se explica por lo general, lo cual equivale, de cierta manera, a decir que en esta filosofía lo intangible se explica por lo sensible y viceversa, lo sensible se explica por lo intangible: el movimiento es la forma general de ser de todas las cosas, el movimiento no se entiende sin la cosa, y Heráclito no entiende las cosas sino en movimiento” (Gonzales, 2006). La realidad se explicaría mediante un incesante juego de oposiciones donde ninguna es mas válida que la otra sino que solo son verdaderas en su confrontación, en su conexión, a esto le llama la armonía de las oposiciones que hace posible entre otras cosas que “el bien y el mal sean uno” (Frag. 58 citado por Giannini, 2009). En estas confrontaciones entre los múltiples opuestos que conforman el Cosmos nada permanece idéntico y cada cosa está en perpetuo cambio. La realidad se mueve en si misma y es este movimiento, este cambio el principio arjé en Heráclito. Un devenir que altera todo excepto la armonía del Logos, “los hombres ignoran que lo divergente está de acuerdo consigo mismo, es una armonía de tensiones opuestas como la del arco y la Lira” (Frag. 51 citado por Giannini, 2007).

Para Heráclito la realidad era una y se manifestaba por el incesante movimiento de sus partes, las cuales se confrontaban entre sí por un juego de oposiciones, y en este juego nada permanece idéntico. Esta identidad se perdía por el paso del tiempo. El factor tiempo hace que lo uno cambie pero siga siendo una unidad, o sea lo mismo, el Ser es y no es a la vez, “el sol es nuevo cada día”, “entramos y no entramos en el mismo río, somos y no somos” dice Heráclito en sus 126 sentencias escritas en De la Naturaleza[7].(Frag. 49-a, Citado por Giannini, 2009).

En Heráclito entonces, lo distintivo de la realidad es su devenir, la realidad está fragmentada y la unidad se expresa en la conexión de estos fragmentos, tanto materiales como intangibles. Las implicancias para la filosofía política de esta postura respecto a lo real son tremendas. Conlleva aceptar la realidad en su diferencia, en su heterogeneidad, ver en lo múltiple y fragmentario la característica más sobresaliente de una realidad social y política, y ver en cualquier intento totalizador y unificador de lo diferente, una empresa fracasada y desajustada con la naturaleza de la realidad. Filosóficamente hablando esta tradición de pensamiento sería seguida por Frederic Nietzsche, Frederic Hegel, Carl Marx, Guilles Deleuze, Michael Foucault, Derrida entre otros. Sobre Hegel, Marx y Foucault se hablará más adelante en tanto aportan –desde la Filosofía política- importantes avances en el estudio del Estado.
Parménides de Eléa y el pensamiento de lo Unitario.

El pensamiento de Parménides representa uno de los mas complejos constructos teóricos del periodo cosmológico, un verdadero distanciamiento respecto de los anteriores sofistas –con excepción de Heráclito. Giannini sostiene que con la llegada de Parménides llega a su máxima expresión una de las notas características de la filosofía en todos los tiempos: la exigencia de racionalidad, pero mas significativo que eso es que “queda establecido, de un modo no conocido antes en el pensamiento griego, salvo en el pitagorismo, la distancia y la distinción entre el mundo de las apariencias, y por tanto de la mera opinión, y el mundo real y verdadero, pero oculto a los sentidos y a las fáciles opiniones” (Giannini, 2009). Lo anterior implica que a través de un ejercicio de la razón este mundo queda dividido en dos, uno sensible y otro intangible, siendo este último el verdadero. Pensamiento que mas tarde sería adoptado por platón teniendo un inconmensurable impacto en occidente.

En Parménides se mantiene la idea de la Unidad como el condición de lo real, es decir la realidad es una, sin embargo se distancia poderosamente de Heráclito en tanto este último sostiene que el mundo sensible y el intangible forman uno solo, lo que se expresa en las conexiones de las partes, y que el cambio que percibimos en las cosas a través del tiempo es el Logos manifestándose. Parménides por su parte dirá que lo verdadero está separado de la experiencia sensible, según Giannini “Parménides reconoce que hay una manera de percibir al mundo y de hablar de él como si todo estuviese sujeto a un constante cambio y alteración. Este modo de percibir y de hablar, dirá Parménides, pertenece al ámbito de la opinión y de lo opinable (doxa), pero el sabio no debe abandonarse a la opinión ni a los sentidos” (Giannini, 2009).

La racionalidad en este sistema de pensamiento vendrá dada por el principio de no contradicción inserto en el esquema del sofista, es decir: Lo que es, es. Lo que no es, no es. Esta es una refutación lógica al pensamiento de Heráclito quien argumenta que el Ser es y no es a la vez. En esta misma línea argumental el pensamiento de Parménides niega que lo que verdaderamente es, sea múltiple, se mueva y sufra cambio alguno, ya que –como sostiene su doctrina desarrollada en su poema Sobre la naturaleza- que el Ser es Uno, eterno e inmutable. A esta realidad se llega a través del pensamiento y la reflexión, el ejercicio filosófico abre las puertas a un mundo negado para los sentidos.

Hay también otra diferencia notable entre el pensamiento de Heráclito y el de Parménides. El primero argumenta que el Logos se manifiesta en las perdidas de identidades de las cosas cuando estas se confrontan entre si en el paso del tiempo. Sobresale la categoría del tiempo como el principio por el cual se explica la Unidad y el devenir del Ser. Mientras que “en la filosofía del Eleata se consuma una de las tentaciones más habidas en el orbe filosófico, a saber, la equiparación entre el pensar y lo atemporal” (Gonzales, 2006). En Parménides se desecha la idea de que el tiempo tenga efecto en lo verdadero puesto que “¿Cómo podría ser en el futuro lo que es?, ¿o cómo podría nacer?[…] de esta manera queda cancelado el nacimiento y no se puede hablar de destrucción. El destino lo ha encadenado a todo ser eternamente e inmóvil” (Kirk y Rayen, 1986 citado por Giannini, 2009). En Parménides “la permanencia se alcanza solo en proposición directa a la supresión del tiempo, lo permanente es literalmente lo atemporal. La permanencia se alcanza a costa del tiempo. La atemporalidad es nota exclusiva del Ser y, en este tenor, la verdad es experiencia exclusiva de lo permanente; en esto se resumen los anhelos de toda búsqueda con tintes perennes” (Gonzales, 2006).

En síntesis para el eleata el Ser, el cosmos, el logos es Uno, lo Unitario está separado de la experiencia sensible y cotidiana (en la cual vemos lo fragmentario), es una realidad ajena a la nuestra y nosotros estamos en una condición inferior respecto de ella. Lo unitario es estable e inalterable y podemos acceder a ella a través de la reflexión filosófica, es una unidad.

Las implicancias para la filosofía política son evidentes: significa que la experiencia colectiva es susceptible de ser homogeneizada, las diferencias sociales unificadas bajo un todo mayor, tratar al conjunto de los individuos como una unidad distinta de sus partes, un verdadero cuerpo social que es el resultado sinergético de la suma de las practicas y experiencias entre los individuos. En filosofía política, el pensamiento de lo unitario crea las bases filosóficas para las estructuras que unifican el cuerpo social, teniendo su expresión institucional más acabada en la creación del Estado moderno.

Los aspectos distintivos y generales de ambas filosofías tienen un desarrollo desigual a lo largo de la historia del pensamiento, influenciando en mayor o menor grado diferentes estructuras de gobierno y entendimiento de lo social. Esta histórica controversia se ha mantenido por más de 2500 años y ha afectado al pensamiento occidental a tal punto que incluso hoy día es imposible no tomar alguna forma de posición frente a las dos tesis contrapuestas (Giannini, 1977; 2009)



[1] Para Humberto Giannini el periodo cosmológico de la filosofía se caracterizaba por preguntarse y reflexionar sobre la naturaleza del cosmos indistintamente respecto a las inquietudes de la vida del hombre -las cuestiones antropológicas no eran mas que una extensión del cosmos-, el conocimiento, la moral, etc,. A menudo de las conclusiones de estos sofistas sobre el Cosmos extraían principios éticos, como en Anaximandro, Pitágoras, Heráclito, Parménides, Demócrito y Empedocles, por mencionar a algunos. Por lo que habría que hablar de un verdadero determinismo cósmico de la vida y la experiencia humana.
[2] El término arjé habría sido introducido por Anaximandro (610-547 A.C.) para denotar el fondo del que vienen y al que vuelven todas las cosas. El principio y el fin , para Anaximandro, serían lo mismo.
[3] Íbid. Pag. 8-20
[4] Sin saberse exactamente su fecha de nacimiento y de muerte, se sabe –gracias a Diógenes Laercio- que el apogeo de su pensamiento fue entre alrededor del año 500 A.C. (Giannini, 1977)
[5] Nace en el año 540 A.C. – (¿).
[6] Todo pensamiento presocrática trataba de ser irreductible en el sentido de que buscaban el principio arjé que explicara la naturaleza del universo.
[7] Diógenes le atribuye esta obra a Heráclito, la cual está dividida en tres secciones. Una acerca del universo, la segunda acerca de la Política y la tercera sobre teología, sin embargo –como expone Giannini- “más de algún estudioso contemporáneo tiende a afirmar que Heráclito no habría escrito nada sino que sus 126 sentencias son condensaciones, interpretaciones e incluso malformaciones de su pensamiento escrita por sus discípulos.
Publicado por ROBERTO NAVARRO en PUNTO CIEGO