miércoles, 22 de diciembre de 2010

Enrique Lihn: "Las profecías me asquean y no puedo decir más".

La gran magia de la poesía de Enrique Lihn reside para mi, su lector, no tanto en la "musica de sus ideas", sino en el murmullo subterraneo que la recorre. Nos produce un sobresalto como el rumor que anuncia un temblor y que pasa sin destruir nada, pero que agita el corazón porque nos deja con nuestra mortalidad anudada al cuello y nuestra carne temblorosa, amarrada a la vida. Sus versos aluden en particular a la situación del habitante en transito, que circula ajeno por los espacios de la ciudad. Por esos espacios donde la nada y la muerte rondan en tensión con la energía vital, que impulsa a rescatar atisbos de sentido y de vida, opacados por el peso de la memoria, que nos paraliza y ata. Es una poesía que confia en los movimientos incoscientes, para sacar a la luz los deseos reprimidos y unos restos de sentido, que en su relumbrar hacen aflorar la poesía como un exceso. El impulso disciplinadamente escéptico del gesto crítico es conmovedor y pone de manifiesto toda la perplejidad y descencanto frente a situaciones que no tendriamos porque vivir.

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